Y aquí está la última parte del artículo que he querido reseñar desde aquí para que quede conocimiento de él a todas aquellas personas que no lo hubiesen leído antes.
Éste artículo, como comenté anteriormente, hubiera estado incluído en el libro que no llegó a publicarse y que llevaba el nombre de "Cosas de mi pueblo, Ibi", así que disfrutemos de él.
En esta colaboración en el libro de fiestas del año 2000, don Antonio Anguiz Pajarón, comenzaba así:
Tal como prometí el
pasado año, si Dios me lo concedía, daría la tercera y última parte del
capítulo de mi libro inédito COSAS DE MI PUEBLO, IBI. Y aquí estoy nuevamente
para cumplir y celebrar gustosamente mi 47 aniversario como colaborador de la
presente revista. Lástima que no pueda contar como se merecen los cambios
registrados en ella a lo largo de estos cincuenta años. Ilustradores,
investigadores, trabajos de creación literario y poética, extensa crónica de la
Fiesta tanto escrita como fotográfica, dedicación especial a Nuestra Patrona y
a su culto... En esta ocasión nada nos reconforta tanto como mirar atrás y ver
el presente de nuestra revista de fiestas Moros i Cristians. Pero vayamos a lo
que nos ha traído aquí hoy: los altares de nuestra antigua parroquia de El
Salvador.
Revista de Fiestas de
Moros y Cristianos - 2000. Pág. 228
9º Altar - Junto al lateral del anterior altar, aparece una amplia cancela de
capilla, alta y con doble puerta central, estilo siglo XVIII, la cual da paso a
una holgada y coqueta capilla para la comunión y donde se ve a la Virgen de los
Desamparados, patrona de la real villa de Ibi, que está instalada en camarín.
Llegó en 1731, siendo regalo del ibense llamado Ferrando, que siendo partidario
del archiduque Carlos, al final de la guerra se exilió con él y le dio el
título de conde, siendo el traductor de la archiduquesa.
Por acuerdo de las autoridades,
pasados unos años fue nombrada Patrona. Tiene misa propia el 9 de septiembre,
con la posibilidad de celebrarla el domingo siguiente. Su solemne novenario y
procesión tiene fama en la comarca, a la que acuden los ibenses radicados
fuera, aunque no es población que le agrade emigrar.
En la pared derecha, al construirse
la ampliación, a mediana altura se dejó un hueco para una hornacina destinada a
la imagen del Ecce Homo, de mediana altura, revestido con su capa roja, corona
de espinas, manos atadas y por cetro, una caña. Tenía muchos devotos y
popularmente era mencionado como El
Nostre Senyó de la Capeta y era otra de las imágenes de la procesión del
Viernes Santo. Tampoco se ha recuperado y se tapó luego el hueco.
La estructura de esta capilla no se
modificó después, salvo pequeños retoques, y en ella parece se quiso imitar, en
pequeño, la basílica de la Virgen en Valencia. Dando frente a la puerta de
entrada está el altar, adosado a la pared y encima una gran hornacina
rectangular que corresponde al camarín del a Virgen, con su imagen mirando a
los devotos. Después de 1940, y con la misa de cara al público, con
comulgatorio delante, se colocaron unos pequeños bancos, dejando pasillo
central y se cambió el piso, fue repintado el zócalo.
Al mencionar el cambio de piso, he
de recordar el cambio del mosaico del encuentro entre David y Abigail, que ya
referí al ir a empezar la relación de las capillas. Si se trasladó a aquel
lugar se debió a existir una necesidad importante para ello y fue el de llevar
a él algo que el pueblo había reclamado.
En Ibi, tuvimos un santo coadjutor,
llamado don Joaquín Vilanova Camallonga, el inolvidable don Joaquín, tan
apreciado por la feligresía y gran amante de los niños y juventud, a los que
dedicó todos sus esfuerzos y trabajos Nació en Onteniente en 1888, ayudó a la
familia en su panadería y ya mayorcito, les manifestó su verdadera vocación
sacerdotal que les había ocultado, para colaborar y beneficiar con sus
ingresos. Entró en el seminario de Valencia, alcanzando el presbiteriado en
1920, para seguidamente ser nombrado vicario de Ibi.
Su obsesión por la enseñanza de la
doctrina cristiana, empezando por la niñez, le llevó a ejercerla en la
parroquia y no tardó en inaugurar la Primera
fireta de la doctrina con los puntos conseguidos por la asistencia a la
catequesis y comulgar los días festivos. Mas tal actuación no le satisfacía
plenamente, debía retener a la juventud en evitación de que asistieran a
lugares peligrosos; empezando por citarlos en la vivienda que su hermana había
comprado en la calle de Paca Guillem; en el huertecito les daba cacaus i tramusols.
Pronto el recinto les resultó
pequeño, rondándole la idea de construir un patronato y el plazo de intentarlo
fue corto. Adquisición de unos terrenos, proyecto del edificio, confiando en la
asistencia de Dios y la colaboración del vecindario, a más de la protección de
la Patrona, a quien puso amparadora del mismo y su titular.
Con gran entusiasmo y alegría, los
pequeños y jóvenes empezaron a limpiar el terreno de piedras y demás. Siempre
confiando en la Providencia, dio comienzo a lentísimas obras. Durante las misas
de los festivos, pasaba la bandeja para la obra y se llenaba de monedas de 5 y
10 céntimos, alguna moneda de 0,25 y siendo muy raras las pesetas. Las colectas
pasaban cada semana a la Hoja Parroquial para pagar el sábado a los pocos
obreros... si se llegaba... aunque siempre había crédito.
Muy lentamente se avanzaba y por fin
quedó cubierto el edificio medio. El campo de fútbol tenía siempre jugadores,
clases de doctrina, funciones de teatro, conferencias y otras reuniones.
Estalló la guerra, cerraron los templos y quedaron los sacerdotes en sus
domicilios, pero más tarde se les comunicó la conveniencia de trasladarse a sus
respectivas poblaciones, como así se efectuó el último día de julio. El 19 de
septiembre, en el puerto de Cárcer caía, vilmente asesinado, don Joaquín
perdonando a quienes le quitaban la vida.
El recuerdo de este hombre tan
querido en Ibi, nunca se vio disminuido por el paso del tiempo y además se
dedicó a completar esa edificación para que se continuara el fin perseguido por
su fundador. Mas cumplidos ciertos períodos reglamentarios, una junta y las
propias autoridades civiles y eclesiásticas entablaron gestiones con las de
Onteniente para que se trajeran a Ibi los restos de su ejemplar vicario y
puestos de acuerdo, sus restos se trasladaron el 21 de junio.
Autoridades, junta negociadora y
muchos vecinos nos trasladamos a Onteniente. Sabiendo que regresaría tarde,
siendo el día de mi cumpleaños, no quise faltar a acompañar a quien había
ayudado durante mis vacaciones de los estudios, en el colegio de san José de
los pp. jesuitas de Valencia. Más ocurrió un contratiempo, al fallecer un
sobrino de don Joaquín, fue enterrado junto con sus restos y a la hora de
separar los de cada uno, al no haberse presentado el médico titular de Onteniente,
tuve que ofrecerme para llevarlo a cabo, levantar acta y certificado médico de
lo realizado, considerándome muy honrado de ello, y poderle ser útil en esta mi
postrer ayuda.
Con este emocionado recuerdo a don
Joaquín, ya se habrá dejado entrever que la desaparición en tal capilla del
mosaico citado ya, fue para dejar en su lugar, en el mismo emplazamiento, los
restos del virtuoso Vicario, en donde tantas horas pasó, bien en el
confesionario o en diálogo íntimo con Dios.
Se llegó a Ibi, cerca del anochecer
y directamente nos dirigimos al Patronato, donde gran cantidad de público
esperaba y se depositó el féretro en el salón, siendo velado. Por la mañana
misa en la parroquia y se le dio santa sepultura en el hueco preparado, con los
rezos adecuados y se colocó la lápida de mármol prevista y en la que se lee:
Pax
ante
la presencia
de
Jesús Eucaristía
y
bajo el manto sagrado
de la
Madre de los Desamparados
que
polarizó su vida
de
sacrificio heroico y amor filial,
espera
la resurrección de la carne
el
reverendo
don
Joaquín Vilanova y Camallonga
nacido
en Onteniente el año 1888.
Coadjutor
de la parroquia de Ibi
durante
15 años.
Fundador
de Patronato
y de
la J.M. de la A.C.
Apóstol
infatigable de la niñez,
y de
la misma.
Sacerdote
humilde, pobre,
sencillo,
modesto.
Entregó
su vida perdonando
a los
que se la arrebataban
en
término de Ollería
el 19
de septiembre de 1936.
Su
cuerpo martirizado
recibió
sepultura en su pueblo natal,
hasta
el 21 de junio de 1954
en
que fue trasladado a esta
parroquia
de Ibi.
Descansa,
siervo bueno y fiel,
en el
lugar de tus trabajos apostólicos
que
ya fructificaron,
y
recibieron premio eterno.
Al avanzar, se observa antes una
puerta alta de dos hojas, que casi siempre estaba oculta por una cortina, la
cual da paso a un espacio amplio para subir al camarín de la Virgen de los
Desamparados. Hubo años que en él se guardaba la carroza de la Virgen y se
comunica además con todo el trastero hasta la sacristía. Antes de la verja,
estaba el confesionario del señor cura.
10º
Altar - Al salir, encontramos el confesionario del vicario y se llega al
altar simétrico al referido de san José, cambiándose sólo la imagen, ya que la
de aquí es la de san Joaquín con sus palomas; desde su construcción estuvo a
cargo de la familia de los Pérez de Ibi, por lo que en su remate superior
ostentaba el escudo de los mismos. Por cierto, que hará poco tiempo que cayó
comido por la carcoma, con el susto consiguiente de dos ancianas que estaban en
el asiento anterior. En su espacio libre se podían colocar sillas plegables y
últimamente presenta bancos.
11º
Altar - Se pasa por una arcada, que da entrada y paso a la ya anterior
edificación, pues desde su pilastra a la opuesta se terminaba lo edificado en
1596 cerrándose por el posible presbiterio, de tal primitiva fecha. Frente al
arco, existe un espacio libre en donde en años se colocaba algún confesionario
y que en la actualidad se halla uno, pues la capilla está más entrante en la
calle y para penetrar había que subir dos o tres escalones, siendo más ancha
que honda y en la pared de la izquierda está otra puerta de entrada, la de san
Pascual Bailón, dando vista hacia la plaza de la Iglesia y calle de la
Santísima Trinidad, hoy de doña Aurora Pérez-Caballero, así como al carreró de Alcoy de antaño.
Probablemente, podría haber sido la
capilla de la Comunión del templo, como se comprobará, anterior a su
ampliación, después de ello, en la misma existía un busto de la Dolorosa, muy
bien ejecutado y de alta valor, propiedad de la familia de doña María Samper, prima
de mi abuela paterna, Carmen Gil Samper.
Después de 1940 quedó abandonada
hasta que el ibense, con residencia en Madrid y suegro de don Nicolás Payá
Jover, del cual ya nos referimos al recordar la 4ª capilla, donde quedó una
excelente talla de Jesucristo Crucificado, por él mismo donada. Un verano,
hablando este ibense con don Vicente Payá Lloret, le comentó que había visto
que la capilla que comentamos estaba libre y en mal estado, podía albergar el
Santo Cristo de la Fe.
De ello, resultó prontamente el
compromiso de ambos señores, de hacerse cargo de su completa restauración y
consecuencia de todo ello fue la capilla tal como hoy se encuentra. Se cambió
el piso de ladrillo rojo por mármol blanco, el altar con dosel adamascado para
el Cristo redujo algo su anchura, al establecer un pequeño atrio, que además de
evitar la entrada de aires, servía de atrio, pues la pila bautismal se trasladó
a ella y se adquirió una nueva de mármol blanco.
Una artística verja, baja, para
conseguir buena visión, la separaba e independizaba, era de dos hojas, mientras
que por la zona alta, se dotó de un arco en el cual se leía el título:
Santísimo Cristo de la Fe. Fue un indudable acierto, aderezado por muy buena
iluminación, pues su estado anterior era lo único que desdecía del templo y
hace muy poco hubo que tratar la madera contra la carcoma, que casi destruyó al
Crucificado, así como a los bancos que se trataron, por lo cual la cuarta
capilla volvió a permanecer libre por unos años hasta volver el Cristo a
presidirla.
12º
Altar - Esta capilla, desde la ampliación, siempre tuvo por titular a la
santísima Virgen Inmaculada, la Purísima Concepción, con una buenísima imagen,
con un artístico altar a base de mármol azul pálido y blancos los ribetes.
Naturalmente aquí residía la cofradía de las Hijas de María, numerosísima, pues
recogía a todas las solicitantes, con tal de permanecer solteras, acudiendo a
sus actos con su cinta azul y medalla de la Virgen Inmaculada. Su festividad,
el ocho de diciembre, con procesión en la cual era de rigor estrenar traje o
abrigo, en este caso sin abrochar, para dejar ver el conjunto. Además acudían a
la sabatina y a los entierros muchas de las compañeras.
Bajo del ara, existía una urna que
contenía la imagen de la Virgen María yacente, la cual en la festividad de la
Asunción, se colocaba en un catafalco, entre el altar de san José y el del Niño
Jesús de Praga, de forma inclinada para facilitar su visión y a cuyo pie se
celebraba la misa, y al dia siguiente se volvía la imagen a su lugar. Parece,
según varios conductos, que del montón de imágenes destrozadas, alguien
recuperó su manto, corona y diadema. Popularmente se conocía esta Virgen con el
nombre de la Mare de Déu gità.
13º Altar - A partir de 1780 estuvo dedicado a
san Francisco de Asís y consecuentemente en él estaba radicada la cofradía
Franciscana Terciaria, sin que haya podido averiguar quién se encargaba de su
cuidado. Cuando se fueron renovando las imágenes y quedar libre, doña Emilia
Torró de Payá, muy devota del Sagrado Corazón de Jesús, puesta en combinación
con algunos cofrades del mismo, planteó al párroco que estaba dispuesta a
sufragar todos los gastos de su restauración, mas condicionándola a que la
capilla se dedicara al Sagrado Corazón de Jesús.
Hasta entonces, estuvo en el altar
reseñado. Después de una reunión de esa cofradía con el señor cura, se acordó
el mencionado traslado, con la aceptación de tal sugerencia y se proyectó el
nuevo altar y adquisición de la correspondiente imagen, permaneciendo hasta hoy
sin modificaciones. Tenía en mi escritorio la fecha, mas una polilla hambrienta
causó algunos destrozos y a la hora de redactar esta recopilación nadie ha
podido recordarla.
14º
Altar - Es la última capilla del templo y llegamos a finalizar nuestro
propósito de revisión, desde después de la ampliación tantas veces repetida,
pues las referencias de su anterior época, fue recogida en la 2ª parte y que
fue intercalada con otros artículos para no resultar tan extensos, pues otro
estará dedicado a la creación de la segunda Parroquia de Ibi.
Desde finales del siglo XVII esta
capilla siempre tuvo como titular a un gran retablo que ocupaba toda la pared
posterior, donde la Virgen del Carmen ocupaba la zona alta, sedente y con el
Niño Jesús, ambos con su santo escapulario pendiente de la mano, intercesora
especial de las Almas del Purgatorio, y marcaba a los beneficiados.
La parte más baja representaba al
Purgatorio, con profusión de almas de diferentes edades y sexo, mientras que la
zona central mostraba a los ángeles que ya han recogido a quienes quedaron
libres y a la vez otros bajan a cumplir semejante acción. Estaba al cuidado de
Cándida la Trisna, y parece ser que tal pintura es la última que quedaba de la
primitiva fábrica, obra de Jerónimo Jacinto de Espinosa, que con el paso de los
años se fue deteriorando, hasta llegar a acordarse que el pintor local don
Miguel Pina, tratara de reproducirlo por el dorso de la misma tela y que así se
llevó a cabo.
Después de 1940, a pesar de la
cantidad de devotos que acudían ante este altar, nadie se interesó por
reponerlo o dedicarle otro Patronazgo, por lo que pasó a convertirse en un
almacén de ciertas piezas, principalmente de la carroza de la Patrona, que
también ocupó el local anterior, el de subir al camarín de la Virgen. A la
llegada de don José Hernández la puso en la capilla de la Inmaculada y sobre la
misma y en su peana a la postergada Inmaculada, tapando bastante a las
recientes pinturas.
De la colección de "Guías
Regionales" de Calpe, tomo III, Levante, 1910, página 250 y en la ruta
Alcoy-Villena, que poseo, copio esta referencia de Ibi:
"De la iglesia que edificó
Antonio Pi a finales del siglo XVI, y que tuvo ampliación a la
"cabecera", a finales del siglo XVIII, por los arquitectos Vicente
María Vergara y M. Torner"
"Son de Nicolás Borrás los
cuadros del retablo mayor; de Joaquín Oliet, los cuadros decorativos; de
Jerónima Jacinto de Espinosa, el cuadro de Ánimas, en su retablo y el de san
Onofre, del ático, y un cuadro grande con los cuatro Santos Franciscanos (firmado
en 1666). Hay un terno rojo, con bordados de imaginería del siglo XVI, regalo
de Juan de Ribera, creador de la Parroquia".
Parece innegable que con motivo de
la ampliación de la iglesia o quizá también con posterioridad, varios de los
cuadros que en este templo estuvieron, han sido trasladados a otros lugares.
Sin embargo, propiedad de la parroquia, aún nos quedan dos cuadros más y que
desde más de cien años, se conservan en la casa abadía, en diferentes estancias
según gustos o apreciaciones del respectivo párroco.
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Hasta aquí el artículo que don Antonio Anguiz Pajarón dedicó a los altares y a las imágenes de la iglesia de la Transfiguración.
Como dije en la primera parte, me he permitido reseñar el artículo para poder imaginar y saborear un trocito de aquel libro que no vió la luz.
Nos vemos pronto, un saludo, Ibi-bloggers.
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