martes, 6 de diciembre de 2011

El conflicto de los escudos heráldicos

Hace tiempo que leí un artículo que contaba un suceso acaecido en Ibi años atrás. Tiempo después tuve ocasión de escucharlo personalmente. Como relato, muy curioso, y digno de conocerse, he querido dejar constancia del mismo aquí.

Allá por 1879, alguien llamado D. Luis María Samper Samper, falleció sin ver cumplido un sueño al que dedicó parte de su tiempo. Fué su hijo, D. Federico Samper, quién tomó el relevo del mismo para intentar materializar ese deseo, que era el siguiente: colocar en la fachada de su casa solariega, concretamente en la calle Empedrat, 23, un escudo familiar labrado en piedra.

Reseñaremos que los padres del citado D. Luis María Samper Samper, alcoyano de nacimiento, poseían haciendas en Alcoy, Ibi y otros lugares. D. Luis María se casó con Teresa Aracil de Rovira, hija del Barón de Roglá y Corberá, de cuyo matrimonio nacieron varios hijos, entre ellos, el mencionado Federico Samper Aracil.

Bien, sigamos con la historia. D. Federico, una vez fallecido su padre, y con titularidad sobre la casa anteriormente mencionada, se personó en el taller de D. Isidoro "el pedrapiqué", en el Ravalet, maestro y artesano en el labrado de piedra; le mostró un grabado de su escudo heráldico, y le encargó su elaboración en piedra.

Hecho el encargo, D. Isidoro comenzó su trabajo, y de este modo, en una de las muchas visitas que D. Federico hacía al taller del artesano para ver como iba el trabajo, se dió cuenta de que se estaba elaborando otro escudo además del suyo.
Tantas visitas hacía, que una vez se encontró allí mismo al propietario del otro escudo: D. José Francisco Pérez Vidal, consorte de Dña. Pilar Sirera, Baronesa de Purroy.
Pues bien, ambos iniciaron una informal conversación, en la que llegado un determinado momento, D. José Francisco le preguntó a D. Federico: "-¿Ese escudo es para colocarlo en la fachada de tu casa?". Éste le contestó afirmativamente, a lo que D. José Francisco añadió: "-Pues no te hagas ilusiones en verlo colocado; ya que no se te va a conceder licencia municipal".
D. Federico, un tanto molesto, no pudo más que replicarle: "-Pues si yo no consigo verlo en la fachada de mi casa, menos lo vas a ver el tuyo, ya que no lo tienes concedido por Heráldica, y yo lo impugnaré".
Cuestiones políticas, ya que D. José era liberal e isabelino; y D. Federico y familia, carlistas.

Lo que ocurrió a continuación lo desconozco, pero bien es cierto que ninguno de los dos escudos llegó a colocarse en su fachada correspondiente. El de los Pérez, desconozco qué fué de él, y el de los Samper, parece ser que fué a parar al huerto de la casa.

Habrá que comentar que las partes traseras de las casas de la calle Empedrat de ese lado, dan a una especie de pasadizo donde antes estaba el lavadero que se surtía de las aguas de la plaza de la Iglesia, y por ese pasadizo discurre una especie de acequia-desagüe, la cual estaba en parte tapada, pues servía de pasadizo para los huertos.

Cuando años después de la anécdota contada, una de las lozas que tapaba dicha acequia se rompió, Dña. María Samper, hija de D. Federico, ordenó utilizar el escudo que en aquel huerto se había conservado para sustituirla, colocando la parte de escudo hacia abajo, y dejando la parte lisa hacia arriba para que sirviese como pasarela. (Por cierto, el escudo de los Samper es el que aparece en la imagen superior).
Da la casualidad que por allí andaba Dña. Eva, esposa de D. José D'Scals Aracil, pariente no muy lejano de los Samper, que al ver lo bien conservado que estaba el escudo dijo: "-No, no hagas eso, el escudo me lo llevo al Balsín, y a cambio te mando una loza que te va a servir para lo que tu quieres".
Y así fué, el escudo de los Samper fué colocado en el Balsín, al fondo del paseo del jardín sobre un banco de mampostería.

Y allí estuvo hasta que el Balsín se empezó a derribar por un promotor de viviendas, el cual lo vendió a Luis Barrachina, que se lo llevó hasta su casa de campo. Actualmente desconozco si continúa allí.

Para finalizar, recordar, tal como se ha comentado, que ninguno de los dos escudos llegó a ocupar la fachada para la que fueron construidos.

Losa encima del balcón del medio, donde se hubiese colocado el escudo de los Pérez.

Otra cosa, si pasais por la plaza de la Iglesia, y miráis encima del balcón de la puerta de la Casa de los Pérez, veréis la losa donde tendría que haberse colocado su escudo. Es el testimonio que queda de aquel conflicto de escudos heráldicos.


Un saludo, Ibi-bloggers.




Fuente: Estampas de mi pueblo. "La guerra de los escudos". Libro de fiestas de Moros y Cristianos 1989.