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viernes, 3 de mayo de 2013

Antonio Anguiz Pajarón: "Cosas de mi pueblo, Ibi." (y 3)

Y aquí está la última parte del artículo que he querido reseñar desde aquí para que quede conocimiento de él a todas aquellas personas que no lo hubiesen leído antes.
Éste artículo, como comenté anteriormente, hubiera estado incluído en el libro que no llegó a publicarse y que llevaba el nombre de "Cosas de mi pueblo, Ibi", así que disfrutemos de él.

En esta colaboración en el libro de fiestas del año 2000, don Antonio Anguiz Pajarón, comenzaba así:




Tal como prometí el pasado año, si Dios me lo concedía, daría la tercera y última parte del capítulo de mi libro inédito COSAS DE MI PUEBLO, IBI. Y aquí estoy nuevamente para cumplir y celebrar gustosamente mi 47 aniversario como colaborador de la presente revista. Lástima que no pueda contar como se merecen los cambios registrados en ella a lo largo de estos cincuenta años. Ilustradores, investigadores, trabajos de creación literario y poética, extensa crónica de la Fiesta tanto escrita como fotográfica, dedicación especial a Nuestra Patrona y a su culto... En esta ocasión nada nos reconforta tanto como mirar atrás y ver el presente de nuestra revista de fiestas Moros i Cristians. Pero vayamos a lo que nos ha traído aquí hoy: los altares de nuestra antigua parroquia de El Salvador.

Revista de Fiestas de Moros y Cristianos - 2000. Pág. 228







9º Altar - Junto al lateral del anterior altar, aparece una amplia cancela de capilla, alta y con doble puerta central, estilo siglo XVIII, la cual da paso a una holgada y coqueta capilla para la comunión y donde se ve a la Virgen de los Desamparados, patrona de la real villa de Ibi, que está instalada en camarín. Llegó en 1731, siendo regalo del ibense llamado Ferrando, que siendo partidario del archiduque Carlos, al final de la guerra se exilió con él y le dio el título de conde, siendo el traductor de la archiduquesa.

            Por acuerdo de las autoridades, pasados unos años fue nombrada Patrona. Tiene misa propia el 9 de septiembre, con la posibilidad de celebrarla el domingo siguiente. Su solemne novenario y procesión tiene fama en la comarca, a la que acuden los ibenses radicados fuera, aunque no es población que le agrade emigrar.

            En la pared derecha, al construirse la ampliación, a mediana altura se dejó un hueco para una hornacina destinada a la imagen del Ecce Homo, de mediana altura, revestido con su capa roja, corona de espinas, manos atadas y por cetro, una caña. Tenía muchos devotos y popularmente era mencionado como El Nostre Senyó de la Capeta y era otra de las imágenes de la procesión del Viernes Santo. Tampoco se ha recuperado y se tapó luego el hueco.

            La estructura de esta capilla no se modificó después, salvo pequeños retoques, y en ella parece se quiso imitar, en pequeño, la basílica de la Virgen en Valencia. Dando frente a la puerta de entrada está el altar, adosado a la pared y encima una gran hornacina rectangular que corresponde al camarín del a Virgen, con su imagen mirando a los devotos. Después de 1940, y con la misa de cara al público, con comulgatorio delante, se colocaron unos pequeños bancos, dejando pasillo central y se cambió el piso, fue repintado el zócalo.

            Al mencionar el cambio de piso, he de recordar el cambio del mosaico del encuentro entre David y Abigail, que ya referí al ir a empezar la relación de las capillas. Si se trasladó a aquel lugar se debió a existir una necesidad importante para ello y fue el de llevar a él algo que el pueblo había reclamado.

            En Ibi, tuvimos un santo coadjutor, llamado don Joaquín Vilanova Camallonga, el inolvidable don Joaquín, tan apreciado por la feligresía y gran amante de los niños y juventud, a los que dedicó todos sus esfuerzos y trabajos Nació en Onteniente en 1888, ayudó a la familia en su panadería y ya mayorcito, les manifestó su verdadera vocación sacerdotal que les había ocultado, para colaborar y beneficiar con sus ingresos. Entró en el seminario de Valencia, alcanzando el presbiteriado en 1920, para seguidamente ser nombrado vicario de Ibi.
            Su obsesión por la enseñanza de la doctrina cristiana, empezando por la niñez, le llevó a ejercerla en la parroquia y no tardó en inaugurar la Primera fireta de la doctrina con los puntos conseguidos por la asistencia a la catequesis y comulgar los días festivos. Mas tal actuación no le satisfacía plenamente, debía retener a la juventud en evitación de que asistieran a lugares peligrosos; empezando por citarlos en la vivienda que su hermana había comprado en la calle de Paca Guillem; en el huertecito les daba cacaus i tramusols.
            Pronto el recinto les resultó pequeño, rondándole la idea de construir un patronato y el plazo de intentarlo fue corto. Adquisición de unos terrenos, proyecto del edificio, confiando en la asistencia de Dios y la colaboración del vecindario, a más de la protección de la Patrona, a quien puso amparadora del mismo y su titular.
            Con gran entusiasmo y alegría, los pequeños y jóvenes empezaron a limpiar el terreno de piedras y demás. Siempre confiando en la Providencia, dio comienzo a lentísimas obras. Durante las misas de los festivos, pasaba la bandeja para la obra y se llenaba de monedas de 5 y 10 céntimos, alguna moneda de 0,25 y siendo muy raras las pesetas. Las colectas pasaban cada semana a la Hoja Parroquial para pagar el sábado a los pocos obreros... si se llegaba... aunque siempre había crédito.
            Muy lentamente se avanzaba y por fin quedó cubierto el edificio medio. El campo de fútbol tenía siempre jugadores, clases de doctrina, funciones de teatro, conferencias y otras reuniones. Estalló la guerra, cerraron los templos y quedaron los sacerdotes en sus domicilios, pero más tarde se les comunicó la conveniencia de trasladarse a sus respectivas poblaciones, como así se efectuó el último día de julio. El 19 de septiembre, en el puerto de Cárcer caía, vilmente asesinado, don Joaquín perdonando a quienes le quitaban la vida.
            El recuerdo de este hombre tan querido en Ibi, nunca se vio disminuido por el paso del tiempo y además se dedicó a completar esa edificación para que se continuara el fin perseguido por su fundador. Mas cumplidos ciertos períodos reglamentarios, una junta y las propias autoridades civiles y eclesiásticas entablaron gestiones con las de Onteniente para que se trajeran a Ibi los restos de su ejemplar vicario y puestos de acuerdo, sus restos se trasladaron el 21 de junio.
            Autoridades, junta negociadora y muchos vecinos nos trasladamos a Onteniente. Sabiendo que regresaría tarde, siendo el día de mi cumpleaños, no quise faltar a acompañar a quien había ayudado durante mis vacaciones de los estudios, en el colegio de san José de los pp. jesuitas de Valencia. Más ocurrió un contratiempo, al fallecer un sobrino de don Joaquín, fue enterrado junto con sus restos y a la hora de separar los de cada uno, al no haberse presentado el médico titular de Onteniente, tuve que ofrecerme para llevarlo a cabo, levantar acta y certificado médico de lo realizado, considerándome muy honrado de ello, y poderle ser útil en esta mi postrer ayuda.
            Con este emocionado recuerdo a don Joaquín, ya se habrá dejado entrever que la desaparición en tal capilla del mosaico citado ya, fue para dejar en su lugar, en el mismo emplazamiento, los restos del virtuoso Vicario, en donde tantas horas pasó, bien en el confesionario o en diálogo íntimo con Dios.
            Se llegó a Ibi, cerca del anochecer y directamente nos dirigimos al Patronato, donde gran cantidad de público esperaba y se depositó el féretro en el salón, siendo velado. Por la mañana misa en la parroquia y se le dio santa sepultura en el hueco preparado, con los rezos adecuados y se colocó la lápida de mármol prevista y en la que se lee:

Pax
ante la presencia
de Jesús Eucaristía
y bajo el manto sagrado
de la Madre de los Desamparados
que polarizó su vida
de sacrificio heroico y amor filial,
espera la resurrección de la carne
el reverendo
don Joaquín Vilanova y Camallonga
nacido en Onteniente el año 1888.
Coadjutor de la parroquia de Ibi
durante 15 años.
Fundador de Patronato
y de la J.M. de la A.C.
Apóstol infatigable de la niñez,
y de la misma.
Sacerdote humilde, pobre,
sencillo, modesto.
Entregó su vida perdonando
a los que se la arrebataban
en término de Ollería
el 19 de septiembre de 1936.
Su cuerpo martirizado
recibió sepultura en su pueblo natal,
hasta el 21 de junio de 1954
en que fue trasladado a esta
parroquia de Ibi.
Descansa, siervo bueno y fiel,
en el lugar de tus trabajos apostólicos
que ya fructificaron,
y recibieron premio eterno.

            Al avanzar, se observa antes una puerta alta de dos hojas, que casi siempre estaba oculta por una cortina, la cual da paso a un espacio amplio para subir al camarín de la Virgen de los Desamparados. Hubo años que en él se guardaba la carroza de la Virgen y se comunica además con todo el trastero hasta la sacristía. Antes de la verja, estaba el confesionario del señor cura.

            10º Altar - Al salir, encontramos el confesionario del vicario y se llega al altar simétrico al referido de san José, cambiándose sólo la imagen, ya que la de aquí es la de san Joaquín con sus palomas; desde su construcción estuvo a cargo de la familia de los Pérez de Ibi, por lo que en su remate superior ostentaba el escudo de los mismos. Por cierto, que hará poco tiempo que cayó comido por la carcoma, con el susto consiguiente de dos ancianas que estaban en el asiento anterior. En su espacio libre se podían colocar sillas plegables y últimamente presenta bancos.

            11º Altar - Se pasa por una arcada, que da entrada y paso a la ya anterior edificación, pues desde su pilastra a la opuesta se terminaba lo edificado en 1596 cerrándose por el posible presbiterio, de tal primitiva fecha. Frente al arco, existe un espacio libre en donde en años se colocaba algún confesionario y que en la actualidad se halla uno, pues la capilla está más entrante en la calle y para penetrar había que subir dos o tres escalones, siendo más ancha que honda y en la pared de la izquierda está otra puerta de entrada, la de san Pascual Bailón, dando vista hacia la plaza de la Iglesia y calle de la Santísima Trinidad, hoy de doña Aurora Pérez-Caballero, así como al carreró de Alcoy de antaño.
            Probablemente, podría haber sido la capilla de la Comunión del templo, como se comprobará, anterior a su ampliación, después de ello, en la misma existía un busto de la Dolorosa, muy bien ejecutado y de alta valor, propiedad de la familia de doña María Samper, prima de mi abuela paterna, Carmen Gil Samper.
            Después de 1940 quedó abandonada hasta que el ibense, con residencia en Madrid y suegro de don Nicolás Payá Jover, del cual ya nos referimos al recordar la 4ª capilla, donde quedó una excelente talla de Jesucristo Crucificado, por él mismo donada. Un verano, hablando este ibense con don Vicente Payá Lloret, le comentó que había visto que la capilla que comentamos estaba libre y en mal estado, podía albergar el Santo Cristo de la Fe.
            De ello, resultó prontamente el compromiso de ambos señores, de hacerse cargo de su completa restauración y consecuencia de todo ello fue la capilla tal como hoy se encuentra. Se cambió el piso de ladrillo rojo por mármol blanco, el altar con dosel adamascado para el Cristo redujo algo su anchura, al establecer un pequeño atrio, que además de evitar la entrada de aires, servía de atrio, pues la pila bautismal se trasladó a ella y se adquirió una nueva de mármol blanco.
            Una artística verja, baja, para conseguir buena visión, la separaba e independizaba, era de dos hojas, mientras que por la zona alta, se dotó de un arco en el cual se leía el título: Santísimo Cristo de la Fe. Fue un indudable acierto, aderezado por muy buena iluminación, pues su estado anterior era lo único que desdecía del templo y hace muy poco hubo que tratar la madera contra la carcoma, que casi destruyó al Crucificado, así como a los bancos que se trataron, por lo cual la cuarta capilla volvió a permanecer libre por unos años hasta volver el Cristo a presidirla.

            12º Altar - Esta capilla, desde la ampliación, siempre tuvo por titular a la santísima Virgen Inmaculada, la Purísima Concepción, con una buenísima imagen, con un artístico altar a base de mármol azul pálido y blancos los ribetes. Naturalmente aquí residía la cofradía de las Hijas de María, numerosísima, pues recogía a todas las solicitantes, con tal de permanecer solteras, acudiendo a sus actos con su cinta azul y medalla de la Virgen Inmaculada. Su festividad, el ocho de diciembre, con procesión en la cual era de rigor estrenar traje o abrigo, en este caso sin abrochar, para dejar ver el conjunto. Además acudían a la sabatina y a los entierros muchas de las compañeras.
            Bajo del ara, existía una urna que contenía la imagen de la Virgen María yacente, la cual en la festividad de la Asunción, se colocaba en un catafalco, entre el altar de san José y el del Niño Jesús de Praga, de forma inclinada para facilitar su visión y a cuyo pie se celebraba la misa, y al dia siguiente se volvía la imagen a su lugar. Parece, según varios conductos, que del montón de imágenes destrozadas, alguien recuperó su manto, corona y diadema. Popularmente se conocía esta Virgen con el nombre de la Mare de Déu gità.

            13º Altar - A partir de 1780 estuvo dedicado a san Francisco de Asís y consecuentemente en él estaba radicada la cofradía Franciscana Terciaria, sin que haya podido averiguar quién se encargaba de su cuidado. Cuando se fueron renovando las imágenes y quedar libre, doña Emilia Torró de Payá, muy devota del Sagrado Corazón de Jesús, puesta en combinación con algunos cofrades del mismo, planteó al párroco que estaba dispuesta a sufragar todos los gastos de su restauración, mas condicionándola a que la capilla se dedicara al Sagrado Corazón de Jesús.
            Hasta entonces, estuvo en el altar reseñado. Después de una reunión de esa cofradía con el señor cura, se acordó el mencionado traslado, con la aceptación de tal sugerencia y se proyectó el nuevo altar y adquisición de la correspondiente imagen, permaneciendo hasta hoy sin modificaciones. Tenía en mi escritorio la fecha, mas una polilla hambrienta causó algunos destrozos y a la hora de redactar esta recopilación nadie ha podido recordarla.

            14º Altar - Es la última capilla del templo y llegamos a finalizar nuestro propósito de revisión, desde después de la ampliación tantas veces repetida, pues las referencias de su anterior época, fue recogida en la 2ª parte y que fue intercalada con otros artículos para no resultar tan extensos, pues otro estará dedicado a la creación de la segunda Parroquia de Ibi.
            Desde finales del siglo XVII esta capilla siempre tuvo como titular a un gran retablo que ocupaba toda la pared posterior, donde la Virgen del Carmen ocupaba la zona alta, sedente y con el Niño Jesús, ambos con su santo escapulario pendiente de la mano, intercesora especial de las Almas del Purgatorio, y marcaba a los beneficiados.
            La parte más baja representaba al Purgatorio, con profusión de almas de diferentes edades y sexo, mientras que la zona central mostraba a los ángeles que ya han recogido a quienes quedaron libres y a la vez otros bajan a cumplir semejante acción. Estaba al cuidado de Cándida la Trisna, y parece ser que tal pintura es la última que quedaba de la primitiva fábrica, obra de Jerónimo Jacinto de Espinosa, que con el paso de los años se fue deteriorando, hasta llegar a acordarse que el pintor local don Miguel Pina, tratara de reproducirlo por el dorso de la misma tela y que así se llevó a cabo.
            Después de 1940, a pesar de la cantidad de devotos que acudían ante este altar, nadie se interesó por reponerlo o dedicarle otro Patronazgo, por lo que pasó a convertirse en un almacén de ciertas piezas, principalmente de la carroza de la Patrona, que también ocupó el local anterior, el de subir al camarín de la Virgen. A la llegada de don José Hernández la puso en la capilla de la Inmaculada y sobre la misma y en su peana a la postergada Inmaculada, tapando bastante a las recientes pinturas.
            De la colección de "Guías Regionales" de Calpe, tomo III, Levante, 1910, página 250 y en la ruta Alcoy-Villena, que poseo, copio esta referencia de Ibi:
            "De la iglesia que edificó Antonio Pi a finales del siglo XVI, y que tuvo ampliación a la "cabecera", a finales del siglo XVIII, por los arquitectos Vicente María Vergara y M. Torner"
            "Son de Nicolás Borrás los cuadros del retablo mayor; de Joaquín Oliet, los cuadros decorativos; de Jerónima Jacinto de Espinosa, el cuadro de Ánimas, en su retablo y el de san Onofre, del ático, y un cuadro grande con los cuatro Santos Franciscanos (firmado en 1666). Hay un terno rojo, con bordados de imaginería del siglo XVI, regalo de Juan de Ribera, creador de la Parroquia".
            Parece innegable que con motivo de la ampliación de la iglesia o quizá también con posterioridad, varios de los cuadros que en este templo estuvieron, han sido trasladados a otros lugares. Sin embargo, propiedad de la parroquia, aún nos quedan dos cuadros más y que desde más de cien años, se conservan en la casa abadía, en diferentes estancias según gustos o apreciaciones del respectivo párroco.
 


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Hasta aquí el artículo que don Antonio Anguiz Pajarón dedicó a los altares y a las imágenes de la iglesia de la Transfiguración.
Como dije en la primera parte, me he permitido reseñar el artículo para poder imaginar y saborear un trocito de aquel libro que no vió la luz.

Nos vemos pronto, un saludo, Ibi-bloggers.


Antonio Anguiz Pajarón: "Cosas de mi pueblo, Ibi." (2)

Como continuación a la entrada anterior, en el año 1999, Antonio Anguiz indicaba en el libro de fiestas:



El pasado año empezamos a describir los altares e imágenes de la Parroquia de la Transfiguración del Señor ya fuesen anteriores o posteriores a 1940 y, naturalmente, hasta el conocimiento de datos que habíamos podido recabar; así mismo, cumplimos un año más con la ilusión de colaborar en la Revista de nuestras Fiestas Patronales tal como hemos venido haciéndolo desde hace casi medio siglo y, esperamos, si Dios nos lo concede, poder terminar el próximo año con el capítulo que en mi libro COSAS DE MI PUEBLO, IBI, dedico principalmente a sus altares.
Revista de Fiestas de Moros y Cristianos - 1999. Pág. 223.


Os dejo con la segunda parte del artículo, continuación del anterior:






7º Altar - El Altar Mayor. Ya quedó indicado que el altar anterior limitaba con el presbiterio, aunque todo el conjunto de éste está tres escalones más alto que los altares laterales y que es donde se encuentra el altar dedicado al Patrono de la Parroquia con el mismo nombre que le diera su fundador, el hoy San Juan de Ribera, antiguo Arzobispo de la Archidiócesis de Valencia, o sea de la Transfiguración del Señor, popularmente dicho de El Salvador.
            Desde su edificación, el piso quedaba un poco menos de cuarenta centímetros que el del crucero, con dos escalones centrales y una pared a sus lados. Esa separación del crucero se veía reforzada por la existencia de varios sillones de coro, de madera de una pieza con medio asiento abatible, para facilitar los cantos durante las misas y de antes de determinados actos y situados a cada lado de la escalera central y el del lado de la sacristía, en su centro no podía faltar el Facistol, con su posibilidad de poder girar en ambos sentidos, para la oportuna lectura de la letra y partitura.
            El centro del piso se elevaba con unos escalones y el amplio rellano se podía recorrer bien alrededor de la mesa y bajar para llegar al expositor; a la derecha quedaba una alta y ancha puerta de dos hojas y en la pared de enfrente existía otra igual, pero figurada.
            Don Juan Pablo Pérez-Caballero por el fallecimiento de su esposa, doña Consuelo Moroder, de Valencia, y sin hijos, quiso dejar un recuerdo en su memoria en la Parroquia mejorando sensiblemente este amplio presbiterio, para lo cual empezó por elevar todas las partes del mismo, para una mejor visión de la Sagrada Mesa y los celebrantes; el piso se cambió por grandes losas de mármol blanco y rosado, igual que los escalones y rellano.
            Las paredes se recubrieron de piezas de mármol rosado y en el centro, con rectángulo de negro jaspeado, con alto zócalo, al igual que las bases de sostén para las diversas columnas; en la pared posterior también, pero se estrenó un artístico expositor y a cuyos lados aparecía una galería que para mejor comprensión doy la fotografía, con el mismo zócalo que el resto.
            En el centro del fondo, desde su construcción estaba la gran hornacina con el titular de la Parroquia y también lo fue del pueblo. Se consiguió un excelente grupo escultórico, de mucho valor, con los personajes testigos de la Transfiguración del Señor, el propio Salvador y a sus lados Moisés y Elías, en la cumbre del monte Tabor y más abajo, aturdidos e inclinados los tres discípulos predilectos. Todos ellos a tamaño natural y que también fueron destruidos. Existía un lienzo en el que se reproducía la misma escena anterior en pintura, para los días ordinarios, y en los festivos, se descubría el artístico y armónico grupo de esculturas.
            Hasta que se recuperara otra representación de la escena del Monte Tabor, se encargó un lienzo con semejante pintura para tapar el hueco. El Cascarón y partes altas de las paredes, no han sufrido modificaciones. En el primero, las pinturas son del pintor Joaquín Oliet, de Peñíscola, que fue Baile de Castellón de la Plana, el cual presentó a nuestras autoridades un folleto editado en Alcoy, con fecha de 1825 y que seguidamente pasó a realizar. Dicha fecha, me indica don Antonio Castelló, es la segunda más antigua que figura en los impresos editados en Alcoy.
            El mismo Oliet, dice que en su conjunto quiere representar el triunfo de la Religión, colocando en el centro los signos de la Eucaristía, el Cáliz y la Hostia Consagrada, a la izquierda del que mira y un poco más alto, está Jesucristo con su Cruz y más abajo la Virgen María, mientras que a la derecha y arriba está el Padre Eterno y bajo san Juan Bautista, y en lo más alto y centro está representado el Espíritu Santo, en forma de Paloma.
            A ambos lados, a la derecha, se observa la agrupación de los sacerdotes y representantes de las diferentes órdenes religiosas en actitud humilde y en la zona opuesta están diversas autoridades eclesiásticas, desde el Papa, Cardenales y Obispos, a más de civiles, algunas Virtudes Teologales y Evangelistas, con profusión de personas, incluido un Rey y el correspondiente cortejo de ángeles.
            En la parte alta de la pared, entre la hornacina, columnas y la esquina, aparecen unos cuadros que también son obra del mencionado pintor; en el de encima de la puerta de la sacristía se representa el momento de la crucifixión, clavando al Redentor en la Cruz; el siguiente nos recuerda a Jesucristo descansando en el pozo de Jacob, cuando llega la Samaritana en busca de agua fresca, mas Jesús le ofrece otra mejor.
            Después de la hornacina, la escena se refiere al encuentro de Jesucristo con sus discípulos, camino del Castillo de Emaús, para preparar la primera Eucaristía y el último cuadro nos recuerda al Nazareno cargado con la Cruz y la Corona de Espinas, caminando por la calle de la Amargura, en el momento de una de sus tres caídas, rodeado de sayones y esbirros.
            Con ello, sólo nos resta describir otros dos recueros con la orla también dorada, pero que estaban ocupados al decorar la iglesia al terminarla, por dos grandes imágenes, en el situado bajo Jesús sentado con sus discípulos, la Imagen del que fue Patrón del pueblo en otra época, san Vicente Ferrer, tan apreciado en el Reino de Valencia, mientras que bajo de la escena mencionada del pozo, estaba la Imagen de Santa Lucía, con su palma del martirio que sostenía en una mano, y con la otra una vasija con sus propios ojos.
            Ya hemos dado a conocer un poco la distribución y contenido del Presbiterio a su revestimiento e iniciado algunas de sus modificaciones. El gran cambio fue el iniciado por don Juan Pablo Pérez-Caballero. Ya mencionamos la elevación del piso y mesa, a más de la colocación del revestimiento total de las paredes bajas con mármoles. Al perderse las grandes esculturas contiguas al patrono de la Parroquia, este citado ibense decidió sufragar la pintura del lienzo de la gran hornacina y encargar dos frescos para dichos recuadros. En esta mejora desaparecieron los sillones fraileros del coro.
            En el recuadro que tuvo a san Vicente Ferrer, hoy aparece la Epifanía, los Reyes Magos y su séquito están adorando y prestando pleitesía al Niño-Dios, para regalarle después cada uno de ellos oro, incienso y mirra, en presencia de la Santísima Virgen María y de san José. Las dos viejas puertas mencionadas se sustituyeron por artísticos y decorados ejemplares, regalando unos sillones para los sacerdotes de puro estilo, de madera noble y haciendo juego con ellos dos mesitas auxiliares. Al otro lado, es para glorificar la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico, en forma de lenguas de fuego, estando presidido por la Virgen, el día de Pentecostés.
            Esta representación la creo no conseguida y no satisface, es más, considero desdice del resto de las pinturas. El otro es mejor y además muy adecuado a lo que representa, como también apropiado a nuestra industria juguetera, de donde se surten de juguetes SS.MM. los Reyes Magos, desde hace más de noventa años. Las pintó don Remigio Soler de Agres.
            Al acercarse la fecha de celebrar el matrimonio de doña María Rico Vilaplana y don Pascual Payá Lloret, las bodas de oro de su enlace, decidieron dejar en ella una mejora en la Parroquia y por fin se decidieron por la que sirviera para resaltar mejor el Presbiterio mediante conveniente iluminación y que fue muy celebrada. Ello se consiguió a base de veintiún reflectores de 500 vatios cada uno, que resaltaban los dorados, pinturas, imágenes y mármoles. Su efecto causó admiración, y resultó una importante mejora para el templo.
            Ya quedó reflejada la existencia del grupo escultórico del Titular de la Parroquia, su destrucción no fue subsanada hasta que habiendo fallecida doña María Rico Vilaplana, madre de don Raimundo, don Ramón, don Artemio, y don Ismael Payá Rico, estos hermanos quisieron aprovechar la fecha del aniversario de su madre, 10 de marzo de 1959, para que en ella volviera a aparecer en la hornacina la figura del Salvador, y la encargaron.
            Depositaron su confianza en el artista Francisco Garcés Martínez, previas conversaciones y proyectos posibles, de Valencia, que por lo demás, ya existen en Ibi obras suyas, que llamaron su atención. Como el nuevo expositor y los frontis laterales que le encargó don Juan Pablo Pérez-Caballero, cuando su reforma. En vez del grupo anterior, se acordó que fuese sólo la imagen del Salvador, que tiene 1,80 de estatura. Su resultado no podía imaginarse mejor.
            La majestuosa imagen está espolizada con plata de ley; como fondo, sus tonos claros dan la sensación de blanco, con rosa pálido en los pliegues. Ello queda reforzado, al enmarcarse la figura desde su posterior, por unos rayos plateados muy brillantes, divergentes y cuyos finales forman una elipse, mas por detrás de los mismos salen otros rayos de mayor tamaño y dorados. A ambos lados, simbólicamente y para reforzar la escena aparecen las Tablas de la Ley, así como los pergaminos de las profecías.
            Las fiestas de 1981 fueron extraordinarias al conmemorarse los 250 años de la entrada de la imagen de la Virgen Madre de los Desamparados y al mismo tiempo, las Bodas de Oro de su Coronación Canónica. Por tal motivo, su Imagen se trasladó a la ermita de San Vicente Ferrer, para allí vestirla y prepararla con las mejores galas, por sus Camareras, que a la hora prevista formaron todas, junto al lugar donde iba a ser depositada y presenciar su apoteósica salida y traslado a la Parroquia, entre vítores y alegría general.
            Aquella noche, imprevistamente, pronto corrió una noticia luctuosa; una de las Camareras que estuvo en todos esos actos, doña Maribel Rico Pérez, había fallecido repentinamente. La Virgen y su Divino Hijo, habían dispuesto que el resto de las Fiestas las contemplara junto a Ellos, desde la Patria Celestial.
            Su resignado esposo, un laborioso industrial juguetero, don Francisco Guillem Verdú, que supo escalar a los primeros lugares con su buen hacer, pronto concibió la idea de perpetuar dicha fecha, dejando en la Parroquia un recuerdo, y que al mismo tiempo, fuera una mejora para la misma. Los posibles proyectos se fueron sucediendo, mas deseando que fueran de provecho, lo consultó con el celebrado escultor, aquí residente y natural de Bañeres, don Vicente Ferrero Molina, y juntos pasearon por la iglesia de la Transfiguración del Señor, para decidirse por la solución, no sin antes consultarlo con el cura, don José Hernández.
            Lo más acertado era solventar y mejorar el contenido de la hornacina del Presbiterio, con la sola imagen del Señor, que a pesar de su 1,80 de altura, casi resultaba pequeña para el gran espacio que quedaba libre. Un adecuado pedestal podía solucionarlo y además con él se completaba el tema de lo acontecido en el monte Tabor. Pronto el señor Ferrero fue preparando diversos bocetos sobre el tema.
            Elegido el definitivo por el donante, se fue elaborando y es el que hoy aparece en dicho lugar. Mas no quedó ahí la mejora, la parte baja de la pared, desde la hornacina hasta el suelo, también se remozó con un zócalo de mármol rojo de Alicante, que fue rematado con un mármol negro agudo y en cuyo ángulo superior izquierdo se colocó un rosetón de bronce que reproduce frontalmente el rostro de doña Maribel Rico Pérez.
            Debemos intentar describir primero el pedestal que sirve de soporte a la imagen del Redentor y la eleva convenientemente. Tiene un cuerpo central en tres dimensiones y es rectangular, en el que aparecen las figuras del Señor y sus Apóstoles, san Juan, Santiago, y san Pedro en bajo relieve fundido de cera, en bronce y enmarcado entre mármoles de color rosa de Valencia, negro Portero y Blanco Carrara que hacen destacar la base y parte alta, así como las columnas, su basamento y capiteles.
            De la parte posterior del cuerpo, parte a cada lado una prolongación, estando enmarcadas con mármol rosa y en cuyo centro existe otro bajo relieve, representando respectivamente a Moisés con las Tablas de la Ley y al Profeta Elías con sus pergaminos de profecías. Todo ello fue solemnemente inaugurado el día 6 de agosto de 1984, en misa vespertina del día del Salvador, con gran afluencia de devotos.
            Tal hornacina, ya fue ideada cuando la ampliación del Presbiterio, Capilla de la Comunión, sacristía y trasteros, a más del cambio de estilo del anterior templo, hasta quedar tal como hoy se encuentra. Pues era, para contener a todos los personajes mencionados, pero casi a tamaño natural; el Señor y Moisés con Elías en lo alto del monte Tabor, mientras en la zona baja agachados o de rodillas estaban los tres asustados apóstoles. Allí permanecieron hasta su destrucción en 1936.
            El agradecimiento al donante por la mejora fue unánime, mas éste pronto notó que la sola figura del Señor, estaba más alta y centrada. Se lograba el efecto apetecido más lateralmente quedaba cierto vacío y decidió consultar con el escultor citado, el cual aconsejó añadir unos candelabros artísticos que lo evitaran.
            Así que se proyectaron algunos modelos y elegido uno, se encargó una reja. Son altos y sólo se diferencian en que uno de ellos, en su zona media, tiene la figura de san Francisco de Asís, Patrono del donante, mientras que el otro, tiene en su lugar a santa Isabel, por la difunta Maribel. Son de sobria concepción y terminan en cinco brazos, que nacen en tres diferentes altitudes, además de iluminar, rellenan los laterales y son un buen complemento para el conjunto.
            Fueron inaugurados casi cuatro años más tarde, un tres de enero de 1988. Pregunté al señor Guillem si disponía de alguna foto y me entregó la que incluyo, para que sirva al lector para mejor conocer la visión del conjunto.

            8º Altar - Dejamos ya el presbiterio y contiguo existe este altar, ya indicado como exacto al del otro lado y para el cual sirvió de modelo. Por herencia, venía perteneciendo a los padres de mi abuela paterna, Carmen Gil Samper, correspondiéndole después a su hermano Francisco; el titular del altar era San Francisco de Paula que lo presidía y debajo del cual, posteriormente, se colocó un Crucificado con su hornacina, pasada la mitad del anterior siglo.
            Voy a contar una corta narración del acontecimiento del tal traslado. Los referidos personajes tenían en la sala a tal Crucificado, de marfil de 36 centímetros y la Cruz aparte, de tradición familiar; además tenía la misma familia una muchacha y una jovencita de 15 ó 16 años que era sordomuda de nacimiento, pero que era muy popular en el pueblo y con todo el mundo se hacía entender.
            Una tarde, la joven bajó de la sala, donde estuvo un tiempo, muy excitada y manifestando a voces que el Cristo había levantado la cabeza y elevado los ojos hacia el cielo; ante la sorpresa de todos, ya que era doble el motivo por el significado de sus palabras, como por ser las primeras que pronunciaba y seguía repitiendo. Todos se dirigieron a ver al Cristo, que al expirar dejó caer la cabeza hacia la derecha y abajo, dejando casi cerrados sus ojos.
            Más la afirmación de la sordomuda se vio comprobada; el Cristo tenía la cabeza levantada y se abrieron sus ojos, alzándolos hacia lo alto. Rápidamente se fue propagando la noticia por todo el pueblo, con los más diversos comentarios y las visitas se multiplicaban. Se llamo al señor cura, que ya conocía al Cristo y comprobó el cambio operado. Realizó varios interrogatorios por separado y dio a conocer al obispado el suceso, que también se personó en el domicilio.
            Pasado un tiempo, se ordenó trasladar al Cristo al altar familiar, preparándole su hornacina, depositada sobre el ara y bajo de la del santo titular. La joven siguió ya hablando con toda naturalidad y este recuero, María "Dora" me lo ha repetido en varias ocasiones al encontrarnos, pues se lo contó su madre que conocía  a la joven y fue a ver el Cristo y ambas acudían al mismo a rezarle. Durante la guerra civil de 1936 se recibió en el Ayuntamiento notificación de que se andara con urgencia tal Crucificado a Madrid, más no se pudo tramitar, porque precisamente había sido destrozado el día anterior.
            Al casarse mi abuela y fijar la residencia en Barcelona, el altar pasó a propiedad de su hermano, siendo después su viuda la encargada del mismo, más no quiso reponerlo, ni consintió que lo realizara mi padre. Al pasar el tiempo sin que se llevara a cabo su reposición tres hermanas procedentes de Teruel y que aquí se afincaron, se interesaron por la restauración del mismo y obtenido el permiso del señor cura, con la salvedad de cambiar el titular, fue dedicado a la Virgen del Pilar.
            Se reprodujo, pues, el altar de la Virgen en Zaragoza, por doña Joaquina Lozano Garzarán, encargada de todas las diligencias y adquisición de la Virgen, todo tal como en la actualidad se encuentra y se celebraba solemnemente su festividad y recambio de sus mantos. Además, como la Guardia Civil la tiene como patrona del Cuerpo, acuden tanto los residentes del Cuartel, como los jubilados que aquí fijaron su residencia.



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