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viernes, 3 de mayo de 2013

Antonio Anguiz Pajarón: "Cosas de mi pueblo, Ibi." (2)

Como continuación a la entrada anterior, en el año 1999, Antonio Anguiz indicaba en el libro de fiestas:



El pasado año empezamos a describir los altares e imágenes de la Parroquia de la Transfiguración del Señor ya fuesen anteriores o posteriores a 1940 y, naturalmente, hasta el conocimiento de datos que habíamos podido recabar; así mismo, cumplimos un año más con la ilusión de colaborar en la Revista de nuestras Fiestas Patronales tal como hemos venido haciéndolo desde hace casi medio siglo y, esperamos, si Dios nos lo concede, poder terminar el próximo año con el capítulo que en mi libro COSAS DE MI PUEBLO, IBI, dedico principalmente a sus altares.
Revista de Fiestas de Moros y Cristianos - 1999. Pág. 223.


Os dejo con la segunda parte del artículo, continuación del anterior:






7º Altar - El Altar Mayor. Ya quedó indicado que el altar anterior limitaba con el presbiterio, aunque todo el conjunto de éste está tres escalones más alto que los altares laterales y que es donde se encuentra el altar dedicado al Patrono de la Parroquia con el mismo nombre que le diera su fundador, el hoy San Juan de Ribera, antiguo Arzobispo de la Archidiócesis de Valencia, o sea de la Transfiguración del Señor, popularmente dicho de El Salvador.
            Desde su edificación, el piso quedaba un poco menos de cuarenta centímetros que el del crucero, con dos escalones centrales y una pared a sus lados. Esa separación del crucero se veía reforzada por la existencia de varios sillones de coro, de madera de una pieza con medio asiento abatible, para facilitar los cantos durante las misas y de antes de determinados actos y situados a cada lado de la escalera central y el del lado de la sacristía, en su centro no podía faltar el Facistol, con su posibilidad de poder girar en ambos sentidos, para la oportuna lectura de la letra y partitura.
            El centro del piso se elevaba con unos escalones y el amplio rellano se podía recorrer bien alrededor de la mesa y bajar para llegar al expositor; a la derecha quedaba una alta y ancha puerta de dos hojas y en la pared de enfrente existía otra igual, pero figurada.
            Don Juan Pablo Pérez-Caballero por el fallecimiento de su esposa, doña Consuelo Moroder, de Valencia, y sin hijos, quiso dejar un recuerdo en su memoria en la Parroquia mejorando sensiblemente este amplio presbiterio, para lo cual empezó por elevar todas las partes del mismo, para una mejor visión de la Sagrada Mesa y los celebrantes; el piso se cambió por grandes losas de mármol blanco y rosado, igual que los escalones y rellano.
            Las paredes se recubrieron de piezas de mármol rosado y en el centro, con rectángulo de negro jaspeado, con alto zócalo, al igual que las bases de sostén para las diversas columnas; en la pared posterior también, pero se estrenó un artístico expositor y a cuyos lados aparecía una galería que para mejor comprensión doy la fotografía, con el mismo zócalo que el resto.
            En el centro del fondo, desde su construcción estaba la gran hornacina con el titular de la Parroquia y también lo fue del pueblo. Se consiguió un excelente grupo escultórico, de mucho valor, con los personajes testigos de la Transfiguración del Señor, el propio Salvador y a sus lados Moisés y Elías, en la cumbre del monte Tabor y más abajo, aturdidos e inclinados los tres discípulos predilectos. Todos ellos a tamaño natural y que también fueron destruidos. Existía un lienzo en el que se reproducía la misma escena anterior en pintura, para los días ordinarios, y en los festivos, se descubría el artístico y armónico grupo de esculturas.
            Hasta que se recuperara otra representación de la escena del Monte Tabor, se encargó un lienzo con semejante pintura para tapar el hueco. El Cascarón y partes altas de las paredes, no han sufrido modificaciones. En el primero, las pinturas son del pintor Joaquín Oliet, de Peñíscola, que fue Baile de Castellón de la Plana, el cual presentó a nuestras autoridades un folleto editado en Alcoy, con fecha de 1825 y que seguidamente pasó a realizar. Dicha fecha, me indica don Antonio Castelló, es la segunda más antigua que figura en los impresos editados en Alcoy.
            El mismo Oliet, dice que en su conjunto quiere representar el triunfo de la Religión, colocando en el centro los signos de la Eucaristía, el Cáliz y la Hostia Consagrada, a la izquierda del que mira y un poco más alto, está Jesucristo con su Cruz y más abajo la Virgen María, mientras que a la derecha y arriba está el Padre Eterno y bajo san Juan Bautista, y en lo más alto y centro está representado el Espíritu Santo, en forma de Paloma.
            A ambos lados, a la derecha, se observa la agrupación de los sacerdotes y representantes de las diferentes órdenes religiosas en actitud humilde y en la zona opuesta están diversas autoridades eclesiásticas, desde el Papa, Cardenales y Obispos, a más de civiles, algunas Virtudes Teologales y Evangelistas, con profusión de personas, incluido un Rey y el correspondiente cortejo de ángeles.
            En la parte alta de la pared, entre la hornacina, columnas y la esquina, aparecen unos cuadros que también son obra del mencionado pintor; en el de encima de la puerta de la sacristía se representa el momento de la crucifixión, clavando al Redentor en la Cruz; el siguiente nos recuerda a Jesucristo descansando en el pozo de Jacob, cuando llega la Samaritana en busca de agua fresca, mas Jesús le ofrece otra mejor.
            Después de la hornacina, la escena se refiere al encuentro de Jesucristo con sus discípulos, camino del Castillo de Emaús, para preparar la primera Eucaristía y el último cuadro nos recuerda al Nazareno cargado con la Cruz y la Corona de Espinas, caminando por la calle de la Amargura, en el momento de una de sus tres caídas, rodeado de sayones y esbirros.
            Con ello, sólo nos resta describir otros dos recueros con la orla también dorada, pero que estaban ocupados al decorar la iglesia al terminarla, por dos grandes imágenes, en el situado bajo Jesús sentado con sus discípulos, la Imagen del que fue Patrón del pueblo en otra época, san Vicente Ferrer, tan apreciado en el Reino de Valencia, mientras que bajo de la escena mencionada del pozo, estaba la Imagen de Santa Lucía, con su palma del martirio que sostenía en una mano, y con la otra una vasija con sus propios ojos.
            Ya hemos dado a conocer un poco la distribución y contenido del Presbiterio a su revestimiento e iniciado algunas de sus modificaciones. El gran cambio fue el iniciado por don Juan Pablo Pérez-Caballero. Ya mencionamos la elevación del piso y mesa, a más de la colocación del revestimiento total de las paredes bajas con mármoles. Al perderse las grandes esculturas contiguas al patrono de la Parroquia, este citado ibense decidió sufragar la pintura del lienzo de la gran hornacina y encargar dos frescos para dichos recuadros. En esta mejora desaparecieron los sillones fraileros del coro.
            En el recuadro que tuvo a san Vicente Ferrer, hoy aparece la Epifanía, los Reyes Magos y su séquito están adorando y prestando pleitesía al Niño-Dios, para regalarle después cada uno de ellos oro, incienso y mirra, en presencia de la Santísima Virgen María y de san José. Las dos viejas puertas mencionadas se sustituyeron por artísticos y decorados ejemplares, regalando unos sillones para los sacerdotes de puro estilo, de madera noble y haciendo juego con ellos dos mesitas auxiliares. Al otro lado, es para glorificar la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico, en forma de lenguas de fuego, estando presidido por la Virgen, el día de Pentecostés.
            Esta representación la creo no conseguida y no satisface, es más, considero desdice del resto de las pinturas. El otro es mejor y además muy adecuado a lo que representa, como también apropiado a nuestra industria juguetera, de donde se surten de juguetes SS.MM. los Reyes Magos, desde hace más de noventa años. Las pintó don Remigio Soler de Agres.
            Al acercarse la fecha de celebrar el matrimonio de doña María Rico Vilaplana y don Pascual Payá Lloret, las bodas de oro de su enlace, decidieron dejar en ella una mejora en la Parroquia y por fin se decidieron por la que sirviera para resaltar mejor el Presbiterio mediante conveniente iluminación y que fue muy celebrada. Ello se consiguió a base de veintiún reflectores de 500 vatios cada uno, que resaltaban los dorados, pinturas, imágenes y mármoles. Su efecto causó admiración, y resultó una importante mejora para el templo.
            Ya quedó reflejada la existencia del grupo escultórico del Titular de la Parroquia, su destrucción no fue subsanada hasta que habiendo fallecida doña María Rico Vilaplana, madre de don Raimundo, don Ramón, don Artemio, y don Ismael Payá Rico, estos hermanos quisieron aprovechar la fecha del aniversario de su madre, 10 de marzo de 1959, para que en ella volviera a aparecer en la hornacina la figura del Salvador, y la encargaron.
            Depositaron su confianza en el artista Francisco Garcés Martínez, previas conversaciones y proyectos posibles, de Valencia, que por lo demás, ya existen en Ibi obras suyas, que llamaron su atención. Como el nuevo expositor y los frontis laterales que le encargó don Juan Pablo Pérez-Caballero, cuando su reforma. En vez del grupo anterior, se acordó que fuese sólo la imagen del Salvador, que tiene 1,80 de estatura. Su resultado no podía imaginarse mejor.
            La majestuosa imagen está espolizada con plata de ley; como fondo, sus tonos claros dan la sensación de blanco, con rosa pálido en los pliegues. Ello queda reforzado, al enmarcarse la figura desde su posterior, por unos rayos plateados muy brillantes, divergentes y cuyos finales forman una elipse, mas por detrás de los mismos salen otros rayos de mayor tamaño y dorados. A ambos lados, simbólicamente y para reforzar la escena aparecen las Tablas de la Ley, así como los pergaminos de las profecías.
            Las fiestas de 1981 fueron extraordinarias al conmemorarse los 250 años de la entrada de la imagen de la Virgen Madre de los Desamparados y al mismo tiempo, las Bodas de Oro de su Coronación Canónica. Por tal motivo, su Imagen se trasladó a la ermita de San Vicente Ferrer, para allí vestirla y prepararla con las mejores galas, por sus Camareras, que a la hora prevista formaron todas, junto al lugar donde iba a ser depositada y presenciar su apoteósica salida y traslado a la Parroquia, entre vítores y alegría general.
            Aquella noche, imprevistamente, pronto corrió una noticia luctuosa; una de las Camareras que estuvo en todos esos actos, doña Maribel Rico Pérez, había fallecido repentinamente. La Virgen y su Divino Hijo, habían dispuesto que el resto de las Fiestas las contemplara junto a Ellos, desde la Patria Celestial.
            Su resignado esposo, un laborioso industrial juguetero, don Francisco Guillem Verdú, que supo escalar a los primeros lugares con su buen hacer, pronto concibió la idea de perpetuar dicha fecha, dejando en la Parroquia un recuerdo, y que al mismo tiempo, fuera una mejora para la misma. Los posibles proyectos se fueron sucediendo, mas deseando que fueran de provecho, lo consultó con el celebrado escultor, aquí residente y natural de Bañeres, don Vicente Ferrero Molina, y juntos pasearon por la iglesia de la Transfiguración del Señor, para decidirse por la solución, no sin antes consultarlo con el cura, don José Hernández.
            Lo más acertado era solventar y mejorar el contenido de la hornacina del Presbiterio, con la sola imagen del Señor, que a pesar de su 1,80 de altura, casi resultaba pequeña para el gran espacio que quedaba libre. Un adecuado pedestal podía solucionarlo y además con él se completaba el tema de lo acontecido en el monte Tabor. Pronto el señor Ferrero fue preparando diversos bocetos sobre el tema.
            Elegido el definitivo por el donante, se fue elaborando y es el que hoy aparece en dicho lugar. Mas no quedó ahí la mejora, la parte baja de la pared, desde la hornacina hasta el suelo, también se remozó con un zócalo de mármol rojo de Alicante, que fue rematado con un mármol negro agudo y en cuyo ángulo superior izquierdo se colocó un rosetón de bronce que reproduce frontalmente el rostro de doña Maribel Rico Pérez.
            Debemos intentar describir primero el pedestal que sirve de soporte a la imagen del Redentor y la eleva convenientemente. Tiene un cuerpo central en tres dimensiones y es rectangular, en el que aparecen las figuras del Señor y sus Apóstoles, san Juan, Santiago, y san Pedro en bajo relieve fundido de cera, en bronce y enmarcado entre mármoles de color rosa de Valencia, negro Portero y Blanco Carrara que hacen destacar la base y parte alta, así como las columnas, su basamento y capiteles.
            De la parte posterior del cuerpo, parte a cada lado una prolongación, estando enmarcadas con mármol rosa y en cuyo centro existe otro bajo relieve, representando respectivamente a Moisés con las Tablas de la Ley y al Profeta Elías con sus pergaminos de profecías. Todo ello fue solemnemente inaugurado el día 6 de agosto de 1984, en misa vespertina del día del Salvador, con gran afluencia de devotos.
            Tal hornacina, ya fue ideada cuando la ampliación del Presbiterio, Capilla de la Comunión, sacristía y trasteros, a más del cambio de estilo del anterior templo, hasta quedar tal como hoy se encuentra. Pues era, para contener a todos los personajes mencionados, pero casi a tamaño natural; el Señor y Moisés con Elías en lo alto del monte Tabor, mientras en la zona baja agachados o de rodillas estaban los tres asustados apóstoles. Allí permanecieron hasta su destrucción en 1936.
            El agradecimiento al donante por la mejora fue unánime, mas éste pronto notó que la sola figura del Señor, estaba más alta y centrada. Se lograba el efecto apetecido más lateralmente quedaba cierto vacío y decidió consultar con el escultor citado, el cual aconsejó añadir unos candelabros artísticos que lo evitaran.
            Así que se proyectaron algunos modelos y elegido uno, se encargó una reja. Son altos y sólo se diferencian en que uno de ellos, en su zona media, tiene la figura de san Francisco de Asís, Patrono del donante, mientras que el otro, tiene en su lugar a santa Isabel, por la difunta Maribel. Son de sobria concepción y terminan en cinco brazos, que nacen en tres diferentes altitudes, además de iluminar, rellenan los laterales y son un buen complemento para el conjunto.
            Fueron inaugurados casi cuatro años más tarde, un tres de enero de 1988. Pregunté al señor Guillem si disponía de alguna foto y me entregó la que incluyo, para que sirva al lector para mejor conocer la visión del conjunto.

            8º Altar - Dejamos ya el presbiterio y contiguo existe este altar, ya indicado como exacto al del otro lado y para el cual sirvió de modelo. Por herencia, venía perteneciendo a los padres de mi abuela paterna, Carmen Gil Samper, correspondiéndole después a su hermano Francisco; el titular del altar era San Francisco de Paula que lo presidía y debajo del cual, posteriormente, se colocó un Crucificado con su hornacina, pasada la mitad del anterior siglo.
            Voy a contar una corta narración del acontecimiento del tal traslado. Los referidos personajes tenían en la sala a tal Crucificado, de marfil de 36 centímetros y la Cruz aparte, de tradición familiar; además tenía la misma familia una muchacha y una jovencita de 15 ó 16 años que era sordomuda de nacimiento, pero que era muy popular en el pueblo y con todo el mundo se hacía entender.
            Una tarde, la joven bajó de la sala, donde estuvo un tiempo, muy excitada y manifestando a voces que el Cristo había levantado la cabeza y elevado los ojos hacia el cielo; ante la sorpresa de todos, ya que era doble el motivo por el significado de sus palabras, como por ser las primeras que pronunciaba y seguía repitiendo. Todos se dirigieron a ver al Cristo, que al expirar dejó caer la cabeza hacia la derecha y abajo, dejando casi cerrados sus ojos.
            Más la afirmación de la sordomuda se vio comprobada; el Cristo tenía la cabeza levantada y se abrieron sus ojos, alzándolos hacia lo alto. Rápidamente se fue propagando la noticia por todo el pueblo, con los más diversos comentarios y las visitas se multiplicaban. Se llamo al señor cura, que ya conocía al Cristo y comprobó el cambio operado. Realizó varios interrogatorios por separado y dio a conocer al obispado el suceso, que también se personó en el domicilio.
            Pasado un tiempo, se ordenó trasladar al Cristo al altar familiar, preparándole su hornacina, depositada sobre el ara y bajo de la del santo titular. La joven siguió ya hablando con toda naturalidad y este recuero, María "Dora" me lo ha repetido en varias ocasiones al encontrarnos, pues se lo contó su madre que conocía  a la joven y fue a ver el Cristo y ambas acudían al mismo a rezarle. Durante la guerra civil de 1936 se recibió en el Ayuntamiento notificación de que se andara con urgencia tal Crucificado a Madrid, más no se pudo tramitar, porque precisamente había sido destrozado el día anterior.
            Al casarse mi abuela y fijar la residencia en Barcelona, el altar pasó a propiedad de su hermano, siendo después su viuda la encargada del mismo, más no quiso reponerlo, ni consintió que lo realizara mi padre. Al pasar el tiempo sin que se llevara a cabo su reposición tres hermanas procedentes de Teruel y que aquí se afincaron, se interesaron por la restauración del mismo y obtenido el permiso del señor cura, con la salvedad de cambiar el titular, fue dedicado a la Virgen del Pilar.
            Se reprodujo, pues, el altar de la Virgen en Zaragoza, por doña Joaquina Lozano Garzarán, encargada de todas las diligencias y adquisición de la Virgen, todo tal como en la actualidad se encuentra y se celebraba solemnemente su festividad y recambio de sus mantos. Además, como la Guardia Civil la tiene como patrona del Cuerpo, acuden tanto los residentes del Cuartel, como los jubilados que aquí fijaron su residencia.



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